Caminaba entre la gente, con la lluvia repiqueteando en la acera y el asfalto. Había ido a su casa, la había esperado durante demasiado tiempo en el porche y decidió entrar. Deseaba tener el poder de retroceder en el tiempo para deshacer lo que había hecho, entrar en su habitación. De esa manera no habría descubierto porqué tardaba tanto, tampoco habría descubierto que era su moneda de cambio, que en realidad él no era el único.
Así que, con tristeza y dolor en el cuerpo, descubrió que le gustaba mucho caminar bajo la lluvia, ya que así, nadie sabía que en realidad no eran gotas de agua lo que surcaba su cara sino lágrimas.
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