Inexplicablemente, echaba de menos el verano. Aquella cálida estación en la que sucedieron tantas cosas inesperadas, que fue ciertamente un desastre y en la que nada salió como estaba planeado. Quizás sea porque le echaba de menos también a él, porque quería vivir de nuevo las sensaciones y experiencias que, lo sabía de antemano, nunca se repetirían. Así que allí estaba yo, escuchando la misma canción una y otra vez, esa mágica y extraña canción que me transportaba a aquel mes, aquel día en el que nos dimos el primer beso, el primer abrazo bajo unas circunstancias que no fueran distintas a las que tenían que ser, bajo el árbol que un buen día decidimos apropiarnos. Y mientras seguía dándole al play una y otra vez, miraba todas las fotos que nos habíamos sacad0, miles. En diferentes lugares, diferentes posiciones, haciendo mil y un tonterías. Había sido un verano inolvidable, lleno de vivencias que merecían ser recordadas y guardadas, y por ello no dejaba de repetirme lo increíble que había sido todo aquello. Hice todo aquello durante días, semanas...hasta que un día me desperté sabiendo que todo aquello lo había hecho en vano, que él no iba a regresar a por mí como en los cuentos de hadas. Cada uno había escogido un camino diferente, y yo había escogido éste. Habíamos decidido dejar a un lado todo aquello, dejarlo estar y olvidar lo que pasó a medias, sin quemar nada, sólo enterrándolo en una tumba muy poco profunda. O al menos éso hice yo, ya que cada pequeña cosa que ocurriera hacía que todo volviera a florecer en mi piel, una y otra vez. Cada cual elige su destino, su camino y su futuro. Yo elegí el mío y sí, puede que lo eligiera mal, y que en realidad tuviera que estar buscándole allí donde voy. Así que, aquí sigo yo, sintiéndome como en una historia de amor enrevesado, de los difíciles de verdad, esperando que mi vida de un giro y mi historia cambie.
Que mi historia cambie, pero que él siga estando presente en ella.

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