sábado, 12 de mayo de 2012

Just one real thing

Y aunque nadie le pidió que lo hiciera, le regaló sus horas. 
Y aunque él nunca se dio cuenta de que estaba ahí, ella tampoco se dio cuenta de darse por vencida. 
A pesar de que nunca supo parar del todo, de pensar lo mucho que quería que estuvieras ahí, a su lado, dejó que volvieras al cajón de los recuerdos durante el tiempo que tardó en recaer de nuevo a los pies de sus emociones, a los pies del desastre. Dejó que volvieras con tus manías a aprovecharte de sus debilidades, dejó que volvieras arrastrando contigo la pesada carga de un verano lleno de mentiras y traiciones sin importarle demasiado, dejó que volvieras a conquistarla mil y una veces, sin llegar a aburrirse nunca jamás de cada palabra que pronunciabas, cada gesto que hacías, cada mechón de pelo tras la oreja, todo. Y es que al fin y al cabo te entregó todo aquello que le quedaba e importaba sin remordimientos, sin prestar casi atención a las consecuencias o a esa pequeña pero insistente voz interior que, a gritos, le pedía que no lo hiciera. Creyó tocar el cielo cuando, en realidad estaba más cerca del subsuelo. Pensó cientos de veces que hacía lo correcto cuando incluso sabía que estaba equivocada.
Y entonces todo quiso caer como si un trozo de hielo se desprendiese de un iceberg, demasiado rápido para darse cuenta a tiempo, demasiado ruidoso como para no oírlo y demasiado pesado como para que no provoque ningún daño a lo que está a su alrededor. Y cayó. Ella descubrió el engaño, las miles de mentiras comprimidas en cada 'te quiero' pronunciado, las muchas veces que había caído en la trampa y te había esperado sentada en aquel sofá el resto del día, las cientos de veces que había actuado como una estúpida y ni siquiera se le había pasado por la cabeza que pudiera estar utilizándola, simplemente eso; Él cayó en la cuenta de que no había porqué engañarle más, de que no había que pronunciar más falsos 'te quiero', de que  habían más cosas que les unían que de las que les separaban, de que nada de lo que había hecho estaba bien y que era muchísimo menos necesario de lo que había creído.      




Y al final del día 
sólo había una cosa real 
en la estancia: ella.

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