La miras a la cara y te encuentras de nuevo con unos ojos llorosos que piden a gritos volver al pasado. La fastidiaste, rompiste tu acuerdo contigo mismo, ésta vez no ibas a hacerla llorar. Le pides perdón un millón de veces, intentas explicarle lo que pasó en realidad pero se limita a decirte que está bien, que hagas lo que quieras. Cada vez que pronuncia ésas palabras se te congela un pequeña parte del corazón, sabes que le has fallado y ésta vez has ido demasiado lejos. La llevas de nuevo a ése lugar especial, aquel lugar al que la llevaste por primera vez para pedirle, por enésima vez, perdón. No funciona y te dice que se acabó, que está harta de ser la misma tonta de siempre y tener que olvidarse de todo lo que haces, vuelve a llorar y tú no lo soportas. Intentas convencerla de que has cambiado, de que ésta vez nada será igual y le recuerdas todas las veces que la hiciste reír, la primera vez que cogiste su mano sudorosa, el primer beso.
Aún así, aún habiéndolo recordado todo, te dice que no, que 'nadie cambia lo suficiente como para ser diferente a lo que ha sido o fue alguna vez'.

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