Te paras en medio de la acera mientras llueve una tarde que, se suponía, debía ser una calurosa tarde de agosto, pero el destino es muy caprichoso y decide que hoy llueve, sin más. Contemplas como las gotas resbalan por una farola a tu derecha, luego cómo cada persona se refugia como puede en las puertas de los edificios y las cafeterías de la zona. Es un día extraño, para ti y para todos, pero aún así no te das por vencido, estás dispuesto a encontrarle el lado positivo a todo. Llegas a casa, empapado de los pies a la cabeza, y te encuentras con la mayor sorpresa de tu vida. Tu propósito, con lo que habías soñado desde hace tanto tiempo, se va a hacer realidad en tan solo un par de horas, que te parecen una eternidad pero, en realidad, no lo son. Es inexplicable el porqué te sientes tan feliz, el porqué, de repente, tu vida ha cobrado un nuevo rumbo y ahora lo ves todo con otros ojos. Ella deja caer una lágrima, mientras tú dejas que todo un batallón caiga por tu cara y te empape aún más, sonríe y entonces, y con una gran sonrisa asomándose en tu cara también, sientes que ya estás completo del todo. Ya no te importa si llueve o no, si hace sol o no, ¿qué más da?
Tiempo después, no se sabe si por caprichos de la vida o qué, vas camino de la celebración de aquel gran acontecimiento y un año después, el mismo día del mismo mes, llueve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario