Sientes que mueres por dentro con cada palabra que sale de su boca, cada silencio se te hace una eternidad, cada cosa nueva que averiguas sobre su persona es como una afilada esquirla de cristal que se te clava en el corazón. Sabes que ya tiene una persona a su lado con la que ocupa las horas, una persona que ocupa su mente día y noche, y que nubla cualquier otro pensamiento que pueda tener. Aún así, tú estás más que dispuesta a regalarle tus horas, a regalarle cualquier pensamiento que tengas, además de regalarle tu corazón y cada una de tus sonrisas. Nunca pensaste que te enamorarías así de él, o de cualquier otro, simplemente pensaste que iba a ser como los demás, otra persona más que se acumula entre la agenda del móvil, otra persona que no tendría un mote en clave para poder hablar y escribir sobre él en ése pequeño cuaderno azul que se esconde bajo tu colchón, y que alberga cientos de secretos y recuerdos en su interior. Tampoco pensaste que te dormirías recordando cada palabra que pronunció o escribió, o repitiendo lo que dice cada vez que hablas con alguien porque ya se ha convertido en una costumbre. Tampoco pensaste que llegarías a encontrar mágico el momento en que le viste durmiendo por primera y última vez, o que llegarías a verte reflejada en todas aquellas estúpidas canciones de amor y en toda aquella literatura que trataba como no, de amor.
Y es que, una persona se puede convertir en lo inesperado, en menos de lo que uno mismo quiere.

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