miércoles, 22 de abril de 2015

Confessions.

Hoy te escribo para que te quedes. Sí, sé que no te has ido, sé que prometiste no hacer nada que pudiera fastidiar todo lo que tenemos pero ¿y si soy yo quien lo hace? ¿te quedarás como prometiste? No sé, a veces dudo sobre si aquellos pantalones seguirán valiéndome, sobre el número de pecas que tienes en la espalda, sobre el color de tus ojos cuando estamos cerca del mar,... esas mil pequeñas cosas sin sentido ni conexión que rondan mi cabeza, ya sabes. Confieso que sobre todo dudo acerca de nosotros. No es que me dé miedo el abandono, no es que me dé miedo la soledad, no es que me dé miedo volver a encontrar mi habitación vacía porque ya no estás o que ya no vuelva a poder abrazarme a ti de noche si me da frío. Nada de eso importa, en realidad, pero eso ya lo sabes. Sabes que en mi cabeza las cosas no se reducen a tales trivialidades pero que tampoco soy pura filosofía. Lo que me hace dudar y lo que probablemente jamás preguntaré mientras pueda mirarte bien de cerca a los ojos es por qué. Por qué decidiste que yo era la opción adecuada, por qué elegiste de entre todas las personas de este lugar a la que menor seguridad tenía en sí misma, por qué decidiste desnudar tu alma para que unos ojos como los míos tuvieran el inmenso placer de ver hasta el último de tus secretos. Y como esas otras tantas preguntas con las que podría mantenernos a los dos despiertos durante toda una noche, medio porque supondría encontrar las respuestas a aquello que me resulta incomprensible incluso hoy, y medio por el simple placer de oír tu voz amortiguando la lluvia. Quizá y solo quizá debería darte las gracias por haber confiado en mí, por haber mantenido una promesa ya de por sí difícil de cumplir (y seguir haciéndolo ayer, hoy y mañana), por haber demostrado que hay cosas que valen la pena y que eso de ''lo bueno se hace esperar'' no es del todo un cliché de las películas romanticonas. No lo haré, sabes que esas cosas no me van aunque ahora lo esté diciendo, sabes que no soy ni seré así. Y espero que eso sea lo que te llevó hasta mí, a querer conocerme, a querer intentar formar un capítulo, dos, tres, los que vengan, de este gran libro que es la vida y que aún no está ni a medio escribir. Que sí, que quiero vivir cientos de cosas contigo ya sean lo más tonto de este mundo o la culminación del trabajo de nuestra vida, quiero estar ahí apoyándote, sacándote de quicio, siendo la persona que conozcan tus padres y tus amigos y la que te arranque una sonrisa con solo oír su nombre. Quiero ser aquella persona que despierte a tu lado cada mañana y que te haga pensar que tomaste la elección correcta, quiero ser esa persona que saque lo mejor de ti y te ayude a seguir adelante. Por eso te ofrezco una vida aquí, a mi lado y prometo darte lo mejor de mí cada segundo de mi vida, así como prometo no reírme de que te gusten las series para niños o de cualquier historia embarazosa que puedan contarme sobre tu niñez. Es más, aprovecho para confesarte que esas son las pequeñas cosas que me hacen quedarme y elegirte mil y una veces, además de que son también esas cosas que me hicieron caer cuando te conocí. Simplemente viniste y pusiste mi mundo patas arriba, pero no voy a mentir y decir que no soy la persona más feliz del universo gracias a eso, no, porque hoy te escribo para que te quedes. Para que te quedes de verdad. 


           

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