A veces, la curiosidad es el peor sentimiento que puede inundarte.
Primero te hace dudar, incluso de aquello de lo que siempre has estado seguro.Luego te hace comprobarlo, probar el dulce sabor de lo prohibido, de aquello que, se supone, tendría que antojarse desconocido para ti. Te hace, incluso, conocer la inseguridad. No paras de preguntarte una y otra vez si aquel que te mira descaradamente desde el otro lado del pasillo sabe algo de lo que has hecho. Finalmente, recaes como si de una enfermedad se tratase. Lo haces una vez, otra, otra y luego otra, y así hasta que sientes la necesidad de parar, o hasta que te das cuenta de que está mal. La necesidad es mayor que el sentido común, te consume y, la gran mayoría de las veces, te hace llevar a cabo conductas y acciones que no tendrán marcha atrás y que, sobre todo, tendrán una repercusión gigantesca. El instinto suplanta al resto de emociones que, normalmente, te dominan, haciendo de ti una persona totalmente diferente y, por lo tanto, irreconocible.
A veces, la curiosidad es el peor sentimiento.

No hay comentarios:
Publicar un comentario