Vivre et aimer.

Allí estaba, esperando al próximo tren con destino a ninguna parte. Sin rumbo fijo, simplemente acatando órdenes de algo llamado ''sentido común''. Con ideas casi claras en la cabeza y pronunciándose a sí misma mil y una frases de esperanza se adentró en aquella zona de su cerebro, aquella en la que se agolpaban los recuerdos, intactos, sin alteración alguna, tal cual eran, habían sido y serán por y para siempre. Volviendo a recrear detalles minúsculos como cada caricia, cada sonrisa, cada mirada. Se encontró, después de todo, echándole de menos, echando de menos cada beso bajo el agua, cada mirada esquiva, cada enfado tonto que habían compartido más de una vez. Con un nudo en la garganta y la presión oprimiendo su destartalado corazón. <<Te habías preparado para ésto, y no hay razón para esperar más a cambio, lo sabes.>> esa se había convertido, en definitiva, en su frase. <<Tiene sentido recordarlo ahora>>, se dijo a sí misma mientras observaba cómo ése rostro, marcado por los lunares, se abría paso entre el gentío que se agolpaba para entrar en el tren, y conseguía colarse para entrar el primero. Y como siempre, como un mal hábito convertido en costumbre, paseó la vista sobre la estación sin posarla, si quiera un segundo, en ella. Sin darse, aparentemente, cuenta de que estaba allí, sentada en el mismo banco de siempre, con sus maletas como única compañía para el viaje; sabiendo tan bien como ella que lo estaba dejando todo atrás, que tampoco tenía rumbo fijo, sino que se dejaba llevar por simple instinto.

Ambos con las mismas metas en la vida, 

compartiendo el lema de vivir y amar sobre la piel.