Una vez más. Entrar en el bar, aguantar las mismas bromas de siempre, mirar mal al vaso para evitar mirarte mal a ti, dejar que transcurra la noche y luego irme a casa con tu estúpida sonrisa clavada en el corazón. Sentir las asquerosas mariposas revoloteando por mi estómago al tumbarme en la cama, temer que algún día el vodka acabe subiéndose demasiado y terminar llamándote a las tantas de la madrugada para decirte lo injusto que me parece el mundo por no dejarme tenerte. Maldecir mi suerte una y otra vez mientras me convenzo de que una ducha me vendrá bien para despejarme. Hacer el esfuerzo de concentrarme en el agua cayéndome encima y no en el color de tus ojos. Ahogar el recuerdo del sonido de tu voz con música y obviar los golpes que el vecino da en la pared para que la baje. Intentar parar a la voz en mi cabeza que me suplica que te llame y te haga venir, no pasar otra noche con la única compañía de una luna desnuda a lo alto. Tener tu cuerpo caliente al lado, abrazarlo y no soltarlo nunca, hundir la cabeza en tu pecho al dormir y sentir tu corazón en la mejilla. Llamarlo paraíso y saberlo inalcanzable a la vez. Prometer que nunca volveré a hacerlo. Dejar de salir allá a donde vayas, dejar de frecuentar los mismos locales, parar de leer una y otra vez el mismo libro del mismo autor solo porque me recuerda a ti. No sentirme mal cada vez que tu mirada se pose en mí, cada vez que te coja de la mano y yo esté ahí para verlo, con el corazón a punto de saltar del pecho dispuesto a reclamarte. Parar a tiempo. Decir que tengo que ir a casa, que me encuentro mal. Te ofrezcas a llevarme. Tener que negarme. Mentir y soltar que quiero ir andando, el aire me sentará bien. Pensar, mientras camino bajo el cielo nublado, en lo cobarde que soy. Pensar en el mal que me hace estar cerca de ti. Intentar imaginar cómo sería con alguien más, lo que eso podría significar. No depender de ti por fin, conocer a gente nueva. Cambiar de aires.
Y de nuevo, volver al principio.
Entrar en el bar, aguantar las mismas bromas de siempre, mirar mal al vaso para evitar mirarte mal a ti, dejar que transcurra la noche y luego irme a casa una vez más con la única compañía de una luna desnuda en el cielo.

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