Fue entonces cuando lo sentí de verdad, el frío que acompañaba la ida, la soledad que brindaba la caída. Era algo que de verdad creía lejano, imposible de alcanzar en mi posición, pero una vez más me equivoqué. Perdí el hilo de mis propios pensamientos e incluso la raíz de mi arte. Podríamos decir que perdí mi esencia, todo lo que me identificaba como ser humano único. Lo perdí todo quizá gracias a la mala suerte, las malas inversiones y las malas lenguas. Para aquellos que quieran creer en ello, quizá fuera culpa de algo llamado destino, karma... O quizá solo se tratase de mi incansable búsqueda de esa perfección claramente inexistente.
Ahora hablemos del impacto y, al hacerlo, seamos honestos. Te miraría a los ojos y te diría que no fueron la causa de mi insomnio, la causa de esa caída devastadora (¿qué podría hacer si no?). Pero no, eso sería, a todas luces, mentirte a la cara. Te prometí que nada de cursilería tonta de amor de patio de colegio, así que me limitaré a decir que me jodiste. De todas las maneras en las que se puede utilizar la palabra. Cambiaste mis costumbres, todo aquello a lo que ya me había acostumbrado, sobre todo mi soledad. Habrá quienes digan que tuve suerte al encontrar algo semejante, pero lo cierto es que, como ya dije, lo único que hiciste desde que llegaste fue joderme.
Hiciste que me despertara en plena noche con el corazón en un puño preguntándome si había hecho alguna gilipollez que te hiciera recular, empecé a preocuparme por ti y no por mí, incluso utilicé el 'nosotros' que tanto asusta en vez del solitario pero tranquilo 'yo'. Comencé a pensar en plural, ya no había espacio para una sola persona ni en mi vida ni en mi cabeza, ahora estábamos tú y yo y eso, de alguna manera, terminó por darte el poder para hacer lo que quisieras con ello. Arrancaste hasta el último atisbo de mí que quedaba, te llevaste ese alma de artista de la que tanto presumía, haciéndome acabar frente a un papel en blanco, con la cabeza llena de ideas pero sin saber por dónde empezar. Me convertiste en eso que siempre evité.
Tardé en comprender que mi mayor creación, en realidad, eras, eres y serás tú. Con tus idas y venidas, tus más y tus menos, tu arisca forma de contestarme al hablar, todo. Conseguí aquello por lo que muchas personas, quizá presas del pánico por todo lo que estabas dejando salir, huyeron despavoridas antes. De una manera u otra, te di la vida quitándome poco a poco la mía. Hice que salieras de aquella coraza tuya, esa que habías tardado tantísimo tiempo en construir. Creo que por eso te convertiste en la razón por la cual la inspiración volvía cada mañana arrasando mi mente incluso antes de que saliera el sol.
Pero te fuiste.
Y todo volvió a la normalidad, el vacío, la soledad, el ruido por fuera y el silencio por dentro. Volví a mi paz, mi tranquilidad, mi espacio, mi mundo. Todo eso que cambiaría sin dudar por conseguir que volvieras a reventar mis muros, a desordenarme las ideas, a despertarme a media mañana mirándote a la cara, esos ojos que matan, y agradecerle una vez más al infierno que deje escapar demonios tan singulares y tan bellos como tú.

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